sábado, 12 de marzo de 2011

Macho Alfalfa



Macho Alfalfa

Yo no soy un macho alfa, definitivamente no. Ni soy guapo, ni mucho menos tengo dinero. Tampoco ejerzo en las mujeres una atracción irresistible, mi personalidad no es la mejor de las cualidades, soy incapaz de entablar una conversación medianamente inteligente y, si esta es con una mujer, lo más que puede salir de mi boca son nerviosos balbuceos o comentarios vergonzantes y fuera de contexto. Si anduve con “a”, “b” y “c” al mismo tiempo fue de pura suerte. Alguna vez la estadística y probabilidad tendría que estar de mi lado en pago a mis extensas temporadas de celibato, y así fue.

Y aunque el sueño de todo Hombre que se precie de serlo, es ser una macho alfa que destroza todo tlacuachón a su alcance con el poder de su riata; en realidad es terrible sino soportar los caracteres siempre volubles y achacosos de las mujeres. 

A “a” la amé profundamente… la amaba cuando me pagaba las comidas, las colegiaturas, las vacaciones y las habitaciones de hotel y a cambio tenía que soportar las fiestas familiares y las misas de domingo a medio día, su apatía para salir, caminar y sus berrinches de mujer malquerida.

Nunca le voy perdonar su desprecio (e ignorancia) por Nietzsche y que siempre tomara por literal la más sublime de las metáforas, que no me dejara ir a ver a Radiohead y pusiera su musicota ranchera.

En cambio “b” ¡era un relámpago! Me cumplía todos mis caprichos y no le importaba que estuviera casado, ella así me amaba.... todo con ella fue pasión. Desde que nos conocimos, no importa donde estuviéramos, si en el metro, en las calles del centro, en el peor de los Hoteles, en el cine. Siempre eran unas manoseadas riquísimas, unos besos cachondos y unos gemidos frenéticos… amé cuando le dije que se rasurara la papaya, a los ocho días ahí la tenía, ofreciéndome su efervescente sexo sin peluches. Hacíamos el amor hasta siete veces en una noche y siempre estaba dispuesta a más, mientras yo quedaba con el pilín rojo como pito de perro de tantas refriegas.

¿Y “c”? un rotundo fracaso, carecía de todo, ni siquiera era guapa, ni inteligente, ni fresca. Era una auténtica vaca, como diría Girondo. ¿Por qué anduve con ella? Simplemente por humildad, quién soy yo para despreciar a una mujer. Yo, torpe homúnculo de oficina y solidario del amor burócrata, accedí a salir en tres ocasiones con la interfecta, ¡ajá! Sólo tres ocasiones y no medio año como la muy ingrata pregonó a todos los compañeros. ¡Cuánto daño ha ocasionado a mi reputación de galán tercermundista aquellas falsas confidencias de cubículo! Al grado que lo primero que me preguntó “d” al salir conmigo fue si en verdad había salido con “c” mientras su rostro hacía una mueca burlona y piadosa.

Y si ahora “d” sale conmigo es porque su matrimonio anda mal, y porque ella francamente esta loca, si voy a salir con los amigos me dice que no tome. Si no le escribo, me reclama con una indignación tal, que sólo agacho la cabeza. Pero cuando dijo que llevemos a “nuestros hijos” al parque, pensé “esta mujer no me conviene”.

Afortunadamente “e” es todo lo contrario, ¡libre como el viento!, ¡joven pétalo de flor!, ¡radiante cual estrella veraniega! No hace preguntas, no reclama, no hace escenas, es más… ni me hace caso.

Por eso voy a salir con “f” para ver que nuevas experiencias amatorias me tiene la primavera y esta suerte de macho alfalfa en la que tristemente me he convertido.

jueves, 3 de marzo de 2011

El Masonso



EL MASONSO

Uno, en busca de la verdad y del conocimiento… fue a dar de pura chiripa a la masonería.

Pero más bien yo creo que era mi destino porque ya desde los 12 años había tenido ligeros encuentros con ella (la masonería), un día en casa de amigo M. salió de un cajón un librito con simbolitos… a lo que M. respondió muy tranquilo “es de mi papa… el es masón”, y agregó “los masones son gente muy inteligente…” y olvidamos el tema…

Y destino fue que en la Universidad, cuando fuimos al D.F. a ver la cama de Benito Juárez… a mi se me ocurriera decir que el fue masón y que justo se lo comentara a una compañera con la que nunca hablaba porque me parecía francamente horrenda, de una piel blanca sin chiste, una boca grande y de labios delgados, orejona y de un vestir tan poco estimulante al apetito sexual… era de ojos verdes pero no le lucían, porque sus demás características los opacaban, aparte usaba lentes. En fin, que resultó ser masona. Pero yo no lo supe sino pocos días después de aquella didáctica excursión académica, ese día sólo se me quedó viendo como quién cimbra sus esperanzas en alguien con un futuro prometedor.

Entonces resumiendo, me invitaría a formar parte de su logia, me dijo nos vemos tal día a tal hora… yo no estaré, pero ellos (aquí bien podría escucharse un fondo musical de suspenso) te encontrarán. Lleva una rosa verde.

Llegué puntual al lugar pero no llegó ninguna señal, lo aduje a que no lleve la pinchi rosita verde… en esa época ni sabía que existieran las rosas verdes, y hasta la fecha nunca he visto rosas verdes, pero eso se debe más a mi ignorancia botánica que a otras cosas.

A lo que a todas luces pareciera un rotundo fracaso en mi iniciación de hombre de conocimiento, lo salvó mi destino… no podía evadirlo, pues la masona me pregunto sobre la cita… le expliqué que me dejaron plantado y entonces me volvió a dar fecha, hora, y lugar: El edificio de la logia.

La iniciación.

La iniciación en una logia masona, es uno de los ejercicios más emocionantes que uno puede tener, lo recomiendo ampliamente. Pues llegué al lugar, toqué, me abrieron y me encapucharon y entonces me trataron como a un secuestrado… la experiencia fue tan insólita que sólo me dio risa. Me pusieron a seguir sonidos… a hacerme preguntas que parecían de verdad o reto… y a las que seguramente respondía mal porque cada vez me hablaba más golpeado mi entrevistador. Cuando no podía evitar la risa me picaban con una espada y me preguntaban “crees que esto es un juego”.
También nos hacían pruebas capciosas, en las que uno al encontrar su solución le llegaba un sentimiento de Sherlock Holmes, uno de los que más recuerdo, por los comerciales del desodorante Old Spice, es en donde le piden abrir una puerta, la cual no tiene picaporte… uno tentalea toda la puerta buscando una cerradura o algo similar y nada…

Al final lo ponen a uno en el centro y todos votan si merece ser miembro de la logia. Todos votaron a favor menos el mero mero… la democracia ganó esta vez.

La escena era tan teatral que tenía que contener la risa… todos vestidos con una especie de toga, velas y piezas ornamentales. Entonces le quitan a uno la capucha y lo ponen a leer una especie de Decálogo o juramento. Creo que el hombre tiene que hacer pompa y ceremonia para sentir más real su vida.

Hoy que lo recuerdo me surgen tantas preguntas… ¿desde cuándo hay logias mixtas? ¿Esta era una logia teen? Porque todos los que conocí era de mi edad o máximo uno o dos años mayores. Además debía de tener 19 o 20 años en ese entonces, lo cual tenía entendido que no era una edad permitida en la masonería.

Quisiera decir que encontré a seres ínclitos, que mi alma encontró un lugar de paz, o que me volví mejor ser humano, o por lo menos aprendí cosas interesantes, sin embargo mi paso por ahí fue una serie de equívocos y desacatos, como el error fue el no aprenderme el código para llamar a la puerta, el cual consistía es tocar dos veces, el portero respondía tocando 4 veces, luego uno decía una frase, el portero respondía a otra, te abrían y entonces les decías: “no mames pinchi tráfico, ¿tiene mucho que empezaron?”, pero todo lo anterior uno lo resumió tocando y diciendo: ¿ábreme güey, soy yo, no mames que me vas a dejar afuera?

Como error fue percatarme que todos los miembros eran unos tipos de lo más agrestes, uno leía a Carlos Cuauhtemoc Sánchez y otro era fans de Maná, en momentos de profunda reflexión sobre problemas de índole nacional, se solían aderezar con comentarios de este tipo: “como la canción de maná de selva negra que habla sobre…”

Como desacato fue en que no hiciera un ensayo sobre la revolución mexicana, y al pasar a dar mi ponencia de ello pusiera de ejemplo los Relámpagos de Agosto de Ibargüengoitia de una forma tan cantinflesca que ni yo mismo me entendí.

Y todo esto porque vi la película del Código da Vinci y están los masones en una como orgía, de haberme quedado más tiempo me hubieran tocado de esos ritos… suspiros.

Del Amor y otros Cataclismos



¿No les ha pasado que un día se levantan pensando en sendas dudas existenciales? Pues hoy así desperté, reflexionando sobre la vida amorosa de Schopenahuer, cuáles eran sus tácticas de ligue, cuál era su posición sexual favorita, les escribiría tiernos poemas, cuántas mujeres lo rechazaron, a cuántas les lloró. Debieron ser muchas para dedicarse a esa actividad de eunucos que es la filosofía… una profunda tristeza me acompañó durante el resto de mi jornada.

Dentro de esas cavilaciones melancólicas llegué a la conclusión de que soy un fracasado en el amor y  además, un necio. De haber comprendido la primera señal de lo que sería una constante en mi fatídica vida amorosa, quizá me hubiera evitado tantos quebrantos, y es que a los 5 años Teresa, la muy jija de la chingada, en pago a mis afectos, me rompería la cabeza con el tupperware donde le ponían su agua de limón. Claro que tal vez el andar molestándola no sea la mejor estrategia de seducción, pero ¿qué más puede hacer un párvulo de 5 años?

Lo bueno es que el destino le cobraría caro el descalabro que me hizo, recientemente la vi, y ella me vio, y yo me hice el que no la vi… pobre, es la viva imagen de Vitola, pero en feo… ahora si me quisiera para un domingo.

Tuve en la primaria otro de esos amores violentos: una chica que había reprobado como 3 años y la alcancé en tercer grado. Era en volumen fácilmente el doble que yo… pues bien, ella me amaba y me lo demostraba jalándome el cabello, golpeándome y arrastrándome por el patio de la escuela. Lloré mucho por ella, y no podría ser de otra manera, Aurora, Aurora, Aurora… vas y chingas a tu madre por todo el daño perpetrado a mi frágil físico.

En secundaria, Ya con unos cuantos pelos en los huevos, me enamoré profundamente de Azucena, era su mejor amigo y la veía besándose con su novio de toda la secundaria, deseando en lo profundo, ser yo el que la estrujaba y ensalivaba. A ella le dedique mis primeras chaquetitas. ¡Éjele! La vida también le haría pagar sus desaires para conmigo, igual me la encontré recientemente, igual me hice el que no la vi, pero me gritó y me alcanzó cuando atravesaba un jardín, me saludó de manera por demás entusiasta y me pidió mi teléfono y me dio el suyo y correo electrónico y que a ver cuando íbamos a cenar y platicar y la chingada. Estaré loco, mendiga vieja gorda… supe en ese instante que me había perdido para siempre.

Pina, en la prepa me acosaba. Caminaba por los pasillos de la escuela pensando en las etimologías cuando me cerró el paso y me preguntó mi nombre. Ella vestía de manera muy estrafalaria, y me daba pena que me vieran a su lado, pero tenía buen piernón. Nuestras pláticas en la escuela se limitaban a hola cómo estás, yo volteaba alrededor para ver si no había un conocido cerca, y entonces le decía que se me hacía tarde para ir a clase y huía. Hasta que un día me invito a una fiesta… pero no hubo tal, me llevó a su casa, estaba sola y se bajó los calzones… nunca he visto una panocha tan peluda, ni pedo, había perdido toda mi inocencia.

En la Universidad la María me ponía febril, tenía un cuerpo espectacular, aunque la verdad sea dicha, un rostro no tan agraciado. Siempre fui un jodido y mendigaba la comida, ese día estaba especialmente hambreado, así que ella estaba en una mesa de la cafetería y comía sus papas a la francesa, llegué a su lado, me senté, me comí algunas de sus papas mientras ella me miraba estupefacta… me chupe los dedos y le dije que no estaban buenas y me fui. La había cautivado.

Al otro día me vio fuera del salón y se acercó a mí, yo estaba recargado a la pared terminándome un Raleight. Llevaba una blusa vulgar pero erótica como la chingada, negra, con emblemático escote disimulado por un velo transparente que invitaba a ejercer la mínima imaginación, y ¡qué tetas! Simulaban el paraíso;  un pantalón bastante embarrado, tenía el mejor culo del campus. Se presentó y me reclamó sus papas y a medida que seguía hablando, se iba acercando más y más hasta sentir su aliento en mi rostro y pude percatarme que estaba igual media bizca, y también su nivel de cercanía era directamente proporcional a la erección que dichosamente sufría y que tuve que disimular flexionando mi pierna izquierda y apoyando la planta del tenis en la pared.  Al final, se despidió diciéndome de manera misteriosa que era una lástima no habernos conocido antes. Esa noche tuve sueños cachondos con ella, en donde le arrimaba la riata frente a la clase de matemáticas… desperté calientísimo. Llegué a la escuela con el corazón palpitante y los espermas alborotados y la busqué… y no la encontré y al otro día igual, y al otro y al otro… se había ido, dejándome con un horrible dolor de huevos. Culera.